NECESITAMOS
PADRES VALIENTES
Nadie duda que para ser buenos
padres se necesita una gran dosis de amor, paciencia, ecuanimidad, comprensión,
disciplina, flexibilidad, para mencionar sólo unos cuantos. Pero quizás
lo que más necesitamos para formar hijos dotados de las virtudes y capacidades
que les permitan llegar a ser unos buenos seres humanos es ser padres
valientes, es decir tener la fortaleza necesaria para hacer lo que más les
conviene a los hijos, por duro que sea.
El compromiso de ser padres nos
coloca a diario en situaciones que requieren mucha valentía para no tomar el
camino fácil y privar a los hijos de los límites que son vitales para que no
sólo se rijan los principios que les inculcamos, sino que tengan la fortaleza
para ponerlos en práctica. Por ejemplo, se necesita valor no recibir al
pequeño en nuestra cama cuando a media noche nos suplica que le dejemos dormir
con nosotros; para no llevarles el libro olvidado al colegio cuando nos llaman
implorando que se lo hagamos llegar; para no darles nada más de lo que
estrictamente se merecen por mucho que rueguen que quieren más; para no
ayudarles a hacer la tarea que no cumplieron a tiempo así pierdan la materia;
para no permitirles participar en ese paseo o esa fiesta en la que no
habrá supervisión de adultos con autoridad así que sean "la única que no
podrá ir"; para no pagar la fianza y evitar que los arresten cuando
es importante que aprendan que sus errores tienen amargas consecuencias.
Lo que necesitan los hijos no
son padres condescendientes y que vivan dedicados a darles todo. Sino
padres valerosos, capaces de cuestionarse y tener la fortaleza para
comprometerse tan seria y profundamente en la formación de sus hijos que hagan
lo que sea preciso para formarlos como personas correctas por difícil o
doloroso que pueda resultarles
Muchos de los problemas de los
hijos hoy en día son el resultado de confundir el ser buenos padres, es decir
valientes, con ser padres condescendientes. Los padres condescendientes
trabajan muy duro con el fin de ofrecerle todo a sus hijos; pero lo que
necesitan ellos son padres valientes que trabajen duro en ellos mismos para
darles lo mejor de sí; los padres condescendientes se miden por lo mucho
que gastan en sus hijos, mientras que los padres valientes se miden por lo que
gana su familia con su trabajo; los padres condescendientes hacen lo
posible por resolverles todos los problemas a sus hijos mientras que los padres
valientes los dejan enfrentarlos, permitiéndoles aprender de ellos; los
padres condescendientes tratan de evitarles sufrimientos a los hijos, mientras
que los padres valientes procuran dotarlos de las herramientas necesarias para
superarlos; los padres condescendientes se miden por los beneficios económicos
que su éxito profesional le ofrece a su familia, mientras que los padres
valientes lo que tienen en cuenta es qué precio están pagando sus hijos por su
éxito profesional.
Pero para lo que se necesita
más valentía aún es para no inventarnos toda suerte de justificaciones que nos
permitan decirle a los hijos "sí" cuando en el fondo del alma sabemos
que debemos decirles "no"; para no creernos nuestras propias
mentiras y convencernos que todo lo hacemos por su bien, cuando realmente lo
hacemos por el nuestro. Es urgente procurar que el poder que como padres
tenemos sobre los hijos no lo utilicemos para remediar las carencias que les
dejamos por nuestras debilidades y perpetuarlas en nombre de una
"bondad" mal interpretada.
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